sábado, 14 de septiembre de 2013

Capítulo 41- Tentador y caliente





-No digas cosas sin sentido. -Tomó mi rostro y me miró fijamente a los ojos- Sabés que te amo, pero primero, que eso no fue por amor, fue por calentura. ¿O me vas a decir que no? -No me dejó responder, aunque tenía razón.- Y no me digas que estoy diciendo que no me ames, sólo que es distinto. Va, por lo menos creo yo, que cuando hacés el amor le entregás tu cuerpo al otro, sin importar tanto lo sexual.


Realmente no me esperaba esa tremenda deducción de su parte. ¿Quién era este chico? ¿Era el mismo que me había molestado y engañado tantas veces?
Lo miré con admiración y sonreí, antes de que siga hablando.
-Quiero hacerlo con vos, pero no ahora. No es el momento. Cuando sea, lo vamos a saber -pellizcó mi mentón tiernamente.
Sonreí ampliamente, pensando en la suerte que tenía. ¿Quién diría que yo sería la caliente de la pareja, cuando antes era él? Por un momento llegué a pensar que él seguía engañándome, que era parte de otro de sus juegos, que tarde o temprano terminaría llorando en los rincones. Pero rápidamente quité ese pensamiento de mi cabeza.
Lo miré con dulzura y le di un beso, bastante sentido, en los labios. Lento y suave, como me gustan. Él sonrió entre mis labios, volviéndome loca, y me rodeó eufóricamente la cintura, tirándome encima de él, quedando recostados en la esquina del sillón, entre el respaldo y el apoyabrazos. Me recosté en su hombro y cerré los ojos lentamente.

Me encontré en mi cama, mirando hacia la puerta, donde estaba Justin caminando hacia ella, mientras sonaba el teléfono. Luego de unos segundos se sintió cómo corría por el pasillo, y el teléfono dejó de sonar. La voz de Justin volvió a acercarse al cuarto, pero ésta era suave. Se asomó por la puerta y miró hacia mí al ver que estaba despierta. Se distrajo y al segundo volvió a verme, y me sonrió al notar que estaba despierta.
Le sonreí de vuelta, aunque sin mucho entusiasmo. Estaba algo cansada, y tenía mucho frío.
-Sí, no se haga problema. De verdad, de verdad. No es problema. Chau -colgó y dejó el fijo sobre el escritorio, para luego acercarse a mí.
Se sentó en el borde de la cama y puso el dorso de su mano en mi frente, con mi mirada fija en su rostro. Podría admirarlo todo el día. No tenía ni una imperfección, salvo algunos lunares, que detallaban su piel cerca de los ojos y en el mentón. Acaricié su mejilla con mi mano y éste me miró a los ojos y sonrió.
-¿Cómo estás? -preguntó dulcemente.
-Me duele la cabeza, y estoy algo cansada -dije. Lo atraje hacia mí con mi mano y besé sus labios de forma suave, sólo apoyándolos contra los míos.
Él se separó y me dio un beso en la mejilla. Los posó después en mi frente, y volvió a sentarse normalmente.
-Tenés fiebre -afirmó-. Tu mamá llamó recién. Los papás de la amiga con la que salió se accidentaron y ella la acompañó al sanatorio. Dice que vuelve más tarde.
Le sonreí. Por alguna razón, hoy estaba muy tierno. No podía dejar de mirarlo. Observé desde su pelo, sedoso, con forma hacia arriba; pasando por su tentador cuello, el cual recientemente había aprendido a besar, hasta sus marcados brazos, sus hombros más anchos que las caderas, formando una espalda en V. Volví a su rostro y lo encontré sonriendo.
-¿Qué hacés? -preguntó divertido.
-Te admiro. Sos hermoso -sinceré.
-Guau, la fiebre sí que te pega -lo empujé débilmente. Esperé a que diga algo más, como un halago, pero nunca lo hizo.- ¿Tenés un termómetro?
Abrí el cajón de mi mesa de luz y le pasé una cajita roja. Sacó de allí el aparato y me lo puso bajo el brazo. Cerré los ojos, que me pesaban como nunca. A los segundos sentí que mi mejilla era suavemente pellizcada por sus dedos índice y corazón. A los minutos, me sacó el termómetro frío, y anunció los treinta y nueve grados de fiebre. Me acosté de lado, dándole la espalda.
-Bueno... -dijo él, en un suspiro- me voy. Si necesitás algo llamame.
Lo miré sobre mi hombro, una vez que se paró. Esperaba que se quedase, pero no diría nada. Quería que surja de él, sin que se lo pida.
-Está bien -dije, en tono neutro. Se agachó hasta mí y me dio un beso lento, poniendo su mano derecha en mi mejilla. A continuación se separó y me tapó con la sábana.
-Que descanses -sonrió y me apagó la luz.
Me quedé algo decepcionada, pero traté de entenderlo. Mañana había clases y él no podía quedarse a cuidarme. Bueno, podía, pero no quiso. Y yo no quise insistir.
Traté de no darle más vueltas al tema, y me relajé. Aún tenía frío, pero no me levantaría a buscar otra manta. Al estar casi entrando en primavera, el clima estaba algo cambiante. Por lo general en las noches refrescaba, y esto sumado a la fiebre...
A los pocos minutos me dormí, sin darme cuenta.
Sería la madrugada, aproximadamente, cuando la luz de mi cuarto se prendió, y a los pocos segundos se apagó. En ese momento sentí algo conmigo, pero estaba tan cansada que me dormí al instante.
Abrí los ojos definitivamente cuando unos pequeños rayos de sol mañanero atravesaron la ventana. Estaba tapada hasta los hombros, no sólo con la sábana sino también con una frazada celeste y un acolchado. Bajó ellas, sentí algo caliente rodeándome, y una respiración muy leve en mi cuello. Como pude miré sobre mi hombro y me encontré con su precioso rostro, que hizo que sonría ampliamente. Me volteé para quedar frente a frente, y lo observé dormir. Acaricié su torso bajo las cobijas, estaba suave, caliente y desnudo. Él desprendió su brazo de mí, y se removió en la cama. Se acostó mirando el techo, y suspiró pesadamente aún con los ojos cerrados. Miró hacia mí y abrió los ojos, luego sonrió.
-Buenos días -dijo somnoliento.
-Te quedaste -sonreí ampliamente.
-Por su puesto que me quedé -se movió para quedar de lado nuevamente y me acercó a él. Me abrazó por la espalda y acarició mi piel, levantando un poco la remera, a la vez que besaba mi frente-. Se te fue la fiebre. ¿Te sentís mejor?
-¿Cómo no sentirse bien durmiendo con vos? -pregunté retóricamente. Él rió y me dio un suave beso en los labios.- Tenemos que ir al colegio -dije, por alguna razón ocasionando una risa de su parte.
-Tu mamá y mi suegra dijeron que faltemos. Ya son las nueve. Llegaríamos un poco tarde, ¿no?
-Sólo unas dos horas -dije con desdén, bromeando. Rodeé su cintura con mi mano y la acaricié nuevamente. Su piel era tan suave que me tentaba. Le tenía muchas ganas, no podía dejar de mirarlo.
-¿Qué te pasa? -preguntó.
-¿Con qué?
-Desde ayer que estás algo... caliente -trató de ocultar una sonrisa juguetona.
Sentí cómo mi rostro se calentaba y sonreí.
-Va, te voy a dar el gusto de tocarme, dale.
-¡Justin! Mamá está acá. Y ni que te molestara que lo hiciera.
-Tu mamá está en la oficina. Se fue hace un rato. Y no me molesta, claro que no. Yo te hago un favor, para que no te quedes con esa calentura adentro -bromeó-. Tal vez por eso te dio fiebre.
Reí y le pegué en el pecho.
-Juguemos a un juego -propuso, con energía. Se sentó en la cama y me miró desde arriba.
-¿Cuál? -reí ante su entusiasmo.
-Tenés que besarme hasta que no resista las ganas de seguirte el beso. -Fruncí el ceño y reí enérgicamente.- ¿Qué? Es un buen juego -sonrió.- Yo no puedo hacer nada al principio, me tenés que tentar.
-Bien. -Me senté como él y me acerqué a su rostro. No estaba muy segura de lograrlo, pero lo intentaría. Comencé dándole unos suaves y ligeros besos en el cuello, mientras mi mano izquierda acariciaba el otro lado de éste. Subí por su mandíbula y llegué a sus labios. Mi mano también subió y quedó en su mejilla, y con el pulgar contorneé su labio inferior. Levanté la mirada a sus ojos un segundo, y noté que su mirada no se despegaba de mí. Sonreí. Separé sus labios con mi dedo y con el resto de mi mano hice suaves movimientos en su cuello. Cerré los ojos lentamente y apenas apoyé mis labios sobre los suyos. Fui aumentando la intensidad, comenzando por tomar su labio inferior con los míos. Lo succioné despacio y lo solté. Después pasé la punta de la lengua por él, y con la otra mano levanté un poco su rostro hacia el mío, dándole más intensidad al mío. Finalmente, introduje la lengua en su boca y enseguida sentí su respuesta, que ocasionó que sonría a mitad del beso, notando mi objetivo cumplido.
-Sos de hierro, eh -comenté separándome.
-Mmm... -me acercó nuevamente y volvió a besarme. Otra vez volví a sentir esas ganas de tocarlo. No quería ser una calentona, pero es que empezaba a tentarme mucho. Su piel bronceada y suave, sus brazos tonificados, la firmeza con la que me tomaba... cada parte suya me volvía loca.
Besé su cuello lentamente, sintiendo su mano en mi cintura. Echó la cabeza hacia atrás y su otra mano fue mas a mi espalda.
Bajé cautelosamente mi mano por su abdomen. En cuanto llegué al borde de su ropa interior, su espalda se curvó y bajó rápidamente su mano hacia la mía, deteniéndola. Separó su rostro de mis labios y me miró juguetón. Reí algo nerviosa. Cada vez que terminaba de hacer esto me sentía una tonta.
-Seguí -rió.
-No -sonreí nerviosa, sin mirarlo. Realmente me sentía una idiota.
-No, es que... se siente bien.
-Si no te gustara creo que me preocuparía -reí.
-No es momento de hablar. No te preocupes, no soy gay -me tomó de la nuca y me besó intensamente. De repente se notó cómo cambió su humor respecto a anoche.
Descendió su mano hasta mi cintura, y me volteó dejándome bajo él. Se separó y me miró con ojos oscuros. Fue hasta mi cuello, besándolo de tal manera que me sorprendió, haciéndome imposible que controle mis sentidos.
-Juguemos a otra cosa -dije, tratando de que esto no llegue tan lejos. Lo aparté un poco por el pecho.
-No puedo. Anoche me resistí, pero hoy ya no.
-¿Qué querés decir? -dije.
-Me pusiste.
...